Amandine Petroff

La vida de una artesana artística

Le refuge d’une artisane dans les Alpes Un refugio para artesanas en los Alpes franceses

En el corazón del pueblo de Gruffy, a pocos kilómetros de Annecy, una pequeña casa muestra con orgullo un cartel de madera: « Atelier 2580 ». Sus cuatro habitaciones tienen, cada una, una finalidad propia: una de ellas es la tienda, la otra es un taller de pintura, la tercera es la cocina. La cuarta habitación, en la esquina entre la cocina y la tienda, es el estudio de Amandine Petroff.

Se la puede ver mañana, tarde y noche, haciendo cerámica en su espacio de trabajo. No tiene nada que ocultar: el taller está diseñado para dejar entrar la luz a través de grandes ventanales, que iluminan sus exposiciones de porcelana. Anteriormente empleada en Annecy, Amandine eligió el lugar más tranquilo posible para dedicarse a su arte. Su tienda está adornada con sus creaciones: ollas, cuencos y también lámparas realizadas en porcelana traslúcida.

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Nos encontramos en el Parque Natural de Bauges, un paisaje escarpado y verde en las estribaciones de los Alpes franceses. Algunos de sus colegas, como su mentora Aurélia Fournet, han optado por instalarse más lejos en esta Reserva Natural, pero Amandine ha elegido la vida de pueblo de este pequeño municipio, que crece gracias a los habitantes de Annecy que huyen de los altos precios de la propiedad en la ciudad. Como artesana, espera ayudar a devolver la vida a un pueblo que ha visto días mejores.

Al fin y al cabo, una alfarera no necesita desplazarse para hacer su trabajo, y su creatividad puede revitalizar una región que se está convirtiendo en parte del circuito turístico alpino.

La elección del oficio de Amandine

Amandine viajó mucho antes de descubrir su vocación de alfarera. Para aprender más sobre el oficio, fue a Jingdezhen, China, la cuna de la porcelana. Fue al conocer a los artesanos de esta ciudad cuando se enamoró de este material delicado pero maleable, tan reactivo a la luz.

A su regreso, decidió abandonar su carrera de diseño gráfico y dedicarse a la cerámica. Ya decepcionada por una profesión que abandona lo concreto para dedicarse a lo digital y a la desmaterialización, decide abandonarla a los 30 años.

El reto que asume en ese momento es grande: debe aprender a ganarse la vida con este oficio, que parece tan solitario. Sus inicios fueron asistidos por una mentora, Aurélia Fournet, que la recibió en su taller, para formarla cada fin de semana.

Poco a poco, la transformación se produjo: mientras aprendía en casa de Aurelia, Amandine empezó a crear redes en el mundo de la alfarería y se lanzó a buscar su propio taller. Tras encontrar su taller en una vieja casa de Gruffy, decidió emprender su camino por su cuenta, antes de que la convivencia con su mentor hiciera que los estilos de ambos alfareros se mezclaran demasiado.

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La cerámica, un trabajo imposible en solitario

Amandine y Aurelia evocan la imagen de la eternidad, quizá en referencia al trabajo constante que hay que realizar para mantenerse a flote: "Día y noche", "Mientras la tierra gire"...
Sin embargo, como todos los artesanos que luchan por un trabajo digno, el mundo de los alfareros está muy organizado. Desde los años sesenta, y tras el cierre de las fábricas tradicionales de cerámica, los alfareros se han unido en asociaciones regionales y nacionales, creando una carta de los alfareros, estableciendo normas de calidad, pero dejando espacio a la diversidad de técnicas. Además, muchos alfareros se dedican a defender sus derechos como artesanos.

A pesar de los cambios sociales y de los hábitos de consumo actuales, que llevan a la gente a favorecer los cuencos industriales, los alfareros existen y siguen sobreviviendo. Estos artistas promueven su trabajo destacando su personalidad y la historia que hay detrás de su oficio.

Muchos alfareros se asocian para vender sus productos y anunciarlos juntos, como en la tienda "Un éléphant dans le couloir", en Chambéry, donde Amandine expone con otros 6 artesanos. Sobre todo, el alfarero tiene que llevar una vida muy cronometrada, que busca el equilibrio entre el trabajo y la vida personal. Todos los años vuelve la inquietud de no vender lo suficiente, y la red de alfareros sirve de apoyo en esos momentos de duda.

El año tiene sus periodos de venta, que el artesano debe conocer para organizarse con antelación. En enero hay que inscribirse en los mercados de alfareros y aprovechar este periodo de inactividad, que dura hasta marzo, para planificar el año. De mediados de abril a septiembre llega la época de las exposiciones regionales, un periodo bendecido por las ventas y los pedidos de los restauradores: el Marché des Tupiniers, en Lyon, es su punto álgido. Finalmente, llegan octubre y noviembre, los periodos lentos que preceden al boom de ventas de diciembre.

Aurélia y Amandine tienen la suerte de estar situadas en el Parque Natural de Bauges, y han aprovechado para promocionar sus talleres en el circuito turístico. En conclusión, es necesario unir fuerzas para vivir de la alfarería. Pero la mayor parte del trabajo seguirá haciéndose en solitario. Al fin y al cabo, estas redes de ayuda serian inútiles si no vivieran de la cerámica.


Manuel-Antonio Monteagudo

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