Un templo milenario enterrado al sur de Lima

Al sur de Lima, donde todavía existen algunos de los campos y pantanos que antaño rodeaban la capital peruana, se encuentra el inmenso santuario de Pachacamac. Una multitud de pirámides y caminos de adobe, muchos de ellos aún enterrados bajo la arena, se asoman al Océano Pacífico. Durante décadas, ejércitos de arqueólogos se han ocupado de redescubrir lentamente su pasado.

Se sabe que este lugar era de inmensa importancia para los pueblos originarios, que venían desde muy lejos para presentar sus respetos al dios Pachacamac ("Espíritu de la Tierra"), del que se decía que era capaz de predecir el futuro y provocar terremotos. Este imperio, que ya era un culto milenario en la época de los incas, dio un nuevo esplendor al santuario, hasta el punto de que despertó la imaginación de los conquistadores españoles, que acabaron estableciendo la capital de su colonia a pocos kilómetros.

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Una nueva alianza entre los arqueólogos y los migrantes establecidos cerca a las ruinas

Hasta hace unos cincuenta años, Pachacamac era un remoto suburbio de Lima: una larga llanura arenosa bordeada por el océano, campos y montañas. Pero la ciudad ha crecido desde entonces, debido a la migración de peruanos que buscan una vida mejor en la capital.

Así, surgió un conflicto infame entre los arqueólogos y estos emigrantes. Los primeros, celosos de los conocimientos que la tierra aún conserva, los segundos, decididos a encontrar un lugar donde construir su nuevo hogar.

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En 2014, el Museo Santuario de Pachacamac propuso una salida a esta disputa. Se fundó la asociación Sisan ("florecer" en quechua), dedicada a la formación artesanal de los habitantes de las barriadas que rodean el sitio arqueológico. Todavía hoy, la tienda del museo ofrece cientos de objetos creados por estas nuevas artesanas, utilizando los diseños y las técnicas empleadas por los habitantes del santuario. Así, al tiempo que encuentran una interesante fuente de ingresos, estos vecinos de Pachacamac han establecido una nueva relación con el inmenso yacimiento arqueológico.

Manuel-Antonio Monteagudo

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